'Regocíjate y disfruta con todo tu ser' Evangelio 15 de diciembre del 2024. Por el Padre Héctor de los Ríos.

"REGOCÍJATE Y DISFRUTA CON TODO TU SER"

El Tercer Domingo de Adviento es el domingo de la alegría (o «Domingo Gaudete») porque está próximo el Señor. De ello nos hablan las lecturas de esta Eucaristía.

Aunque el profeta Sofonías ve cómo el pueblo de Judá está sumido en una grave crisis social y religiosa, pues es un pueblo orgulloso que no cumple la Alianza, Dios le ha pedido que anuncie a todos que no va a castigarlo, sino todo lo contrario, pues habitará en medio de él con toda su ternura y su amor. Por eso también nosotros debemos gritar con alegría.

En lugar de un Salmo, en esta celebración proclamamos un cántico de Isaías en el que anima al pueblo de Israel a dar gracias a Dios porque hará brotar un renuevo de la «raíz de Jesé». Ese renuevo es el Niño Jesús (cf. Ap 22,16). Y será grande en medio de nosotros.

San Pablo anima a los cristianos de Filipo a que se alegren, pues el Señor está cerca. Y nos dice que si somos conscientes de ello y lo celebramos, la paz de Dios llenará nuestros corazones.

San Juan Bautista anuncia en el desierto, ante la multitud, que está a punto de llegar el Señor, y todos deben prepararse para ello, haciendo obras que den buen fruto. Ante aquellas palabras, la multitud se pregunta si él es el Mesías. Pero Juan, humildemente, les hace ver que no es nadie en comparación con el Mesías.

LECTURAS:

Lectura del Profeta Sofonías 3, 14-18ª :
"Alégrate, hija de Sión, grita de gozo Israel; regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén. El Señor ha revocado tu sentencia, ha expulsado a tu enemigo…"

Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6:
R/ "Gritad jubilosos: «Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.»"

Lectura de primera carta del apóstol San Pablo a los Filipenses 4, 4-7:
"Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos."

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 3, 10-18:
"En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «¿Entonces, qué debemos hacer?»"

Reflexión del Evangelio de hoy

Cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá

Todas las lecturas de este domingo nos hablan de la cercanía del Señor. Nos anuncian que está a punto de llegar. El profeta Sofonías, inspirado por el Espíritu Santo, nos lo adelantó en el siglo VII antes de Cristo, cuando reinaba en Judá el gran rey Josías. Ya desde entonces se anuncia el nacimiento del Hijo de Dios, que vendrá a traer amor y paz a este mundo.

En cambio san Pablo nos habla probablemente desde la cárcel, cuando estuvo preso en Éfeso hacia el año 56. Desde esas circunstancias tan duras, escribió a sus hermanos de Filipos y a todos nosotros para darnos ánimos, pues el Señor está cerca. ¿A qué se refería? San Pablo hablaba de la Segunda Venida del Señor, la «Parusía», de la que hablan los dos últimos capítulos del Apocalipsis. Será entonces cuando Jesús descienda desde el Cielo para instaurar aquí, definitivamente, su Reino de Amor. San Pablo y el resto de los Apóstoles pensaban que eso ocurriría muy pronto, y así lo anunciaban. Nosotros sabemos que, en efecto, Jesús regresará en su Segunda Venida, aunque no sabemos cuándo.

Por eso podemos pensar que san Pablo también puede referirse a la próxima venida de Jesús a nuestro corazón, en esta vida. No nos referimos a un fenómeno místico especial, sino a algo bastante normal. Se trata de esos momentos que todos hemos vivido alguna vez ‒o muchas veces‒, en los que nos sentimos llenos de un amor y una felicidad que parecen sobrenaturales. Puede ocurrirnos cuando estamos orando en nuestra habitación ‒o en cualquier otro lugar‒, pero también cuando, de algún modo, vivimos el Evangelio junto a otras personas. Podemos experimentarlo, por ejemplo, cuando jugamos a las cartas con unos amigos o cuando damos un agradable paseo junto a nuestra familia. Son momentos en los que uno siente que está viviendo un anticipo del Reino de Dios.

Yo recuerdo haberlo vivido siendo joven en mi parroquia, cuando los catequistas ayudábamos al párroco a meter en sobres las cartas que él enviaba a sus feligreses (y que otros parroquianos después metían en los buzones del barrio). Eran momentos muy especiales en los que, mientras trabajábamos todos juntos, charlábamos y reíamos. Como éste, podría contar otros muchos ejemplos, no porque yo sea especial, sino porque, en efecto, el Señor está muy cerca de cualquiera de nosotros.

Pues bien, la Navidad es una fiesta religiosa pensada para vivir el Reino de Dios, cuando celebramos el nacimiento del Niño Jesús junto a nuestros familiares o con nuestra comunidad. Por desgracia, hay personas que detestan la Navidad porque sienten que les fuerza a hacer cosas o a ver a familiares que les incomodan. Pero lo cierto es que esas personas no se han preocupado de prepararse interiormente para vivir bien la Navidad. Y menos aún han ayudado a su familia o a su comunidad a hacerlo.

De eso mismo, de prepararnos para recibir al Señor, nos habla san Juan Bautista en el pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar. Les dice a unos recaudadores de impuestos y a un grupo de soldados que no se aprovechen de la gente indefensa. Pero fundamentalmente les dice a todos que hagan un esfuerzo por compartir lo que tienen, ya sea la ropa, la comida o lo que sea. Sobre todo, lo que Jesús nos pide es que compartamos nuestro cariño y nuestra alegría. Y eso sólo se puede hacer si acudimos a la fiesta de Navidad bien predispuestos y preparados para hacerlo con todos, incluso con los que nos incomodan.

Y es así como, realmente, viviremos una feliz Navidad. Porque sentiremos que el Niño Jesús nace en nuestro corazón y en el centro de nuestra familia y de nuestra comunidad. Y compartiremos todos juntos su amor y felicidad.

Entonces, como dice el profeta Isaías, experimentaremos que el Niño Jesús es nuestro Dios y Salvador. Y sentiremos que podemos confiar en Él, y que no debemos temer nada, pues Él está con nosotros. Y así, de nuestro interior saldrá una auténtica y genuina acción de gracias, e invocaremos su Nombre cantando todos juntos bellos villancicos, mientras tocamos la pandereta y otros instrumentos musicales.

Eso es lo que viviremos dentro de unos días. Por eso éste es el Domingo de la alegría.

¿Soy consciente de lo que realmente celebra la Iglesia en Navidad?

¿Me preparo interiormente para poder experimentarlo?

¿Ayudo a los que conviven conmigo a prepararse para la Navidad?


Evangelio del domingo 15 de diciembre del 2024